domingo, 18 de julio de 2010

La escuela del desorden

Antifábula
Algo que comenzó al otro lado del mundo como una tormenta llega hasta nosotros convertido en un aleteo de mariposa.

Sensibilidad a las condiciones iniciales
Por enfrentarnos a lo que quizá no ha de ocurrir, introducimos una perturbación en lo que está ocurriendo.

La otra cara de la moneda
El orden, visto desde cierta perspectiva, siempre puede parecer desorden; de allí que todo desorden sea en verdad un desafío teórico.

Amuleto de la razón
La línea recta existe gracias al esfuerzo del hombre. La ha concebido, la ha trazado y poco a poco la ha insertado en la naturaleza. Y ahora se sienta satisfecho a contemplarla, como si fuera la explicación y fundamento de todo.

Equilibrio precario
La realidad no se desintegra gracias a la discordancia entre sus partes, a que cada cosa lucha contra las otras y realiza su juego para sí. Más que sostenida por alfileres, se antoja sostenida por la esgrima entre esos alfileres.

Premisa epicúrea
Debajo de toda regularidad visible yace una turbia confusión que la apuntala.

Virtud fecunda
Cierta capacidad de desorden es una de las disciplinas fundamentales del artista. ¡Pero con cuánta frecuencia se convierte en la única!

Sistemas ideales
Algunos defienden la futilidad teórica de construir castillos por el sueño de perfección y belleza que comporta. Pero en tal caso sería de mucho mayor provecho construir en el aire pechos de colegiala.

Lo temido
Las disonancias se presentan como una amenaza, ya que plantean la posibilidad de una armonía superior en que resulten necesarias.

Comportamiento errático
Incluso el vuelo de la mosca podría reducirse a una fórmula matemática, pero ello no lo volvería menos irritante.

Calma chicha
El equilibrio, al menos el equilibrio del ánimo, se antoja más bien una fase lánguida del caos.

Bola de nieve
El esfuerzo de instaurar un orden engendra a cada paso desajustes concomitantes que entonces demandarán ordenamientos sucesivos.

El prestigio de la confusión
También el enredo y lo insoluble embriagan. Me ha tocado ver a hombres retozando como cerdos en el lodazal de un malentendido.

Inercia
Un desorden que se repite, que al día siguiente nos envuelve y arrastra, ya nos parece un principio de orden.

Sin pies ni cabeza
También la incoherencia es una forma de defenderse de los ataques.

Perspectiva del bosque
El orden depende del ojo del observador. Un bosque de árboles perfectamente alineados, que fueron sembrados a distancias regulares, también es una jungla para el que se ha perdido en su espesura.

Statu quo
Lo radicalmente nuevo sería para nosotros una forma de ruido, pues sólo sabemos escuchar ecos y resonancias.

Termodinámica del estilo
La frescura del desenfado está a sólo un grado centígrado de convertirse en el frío de la equivocación.

La teatralidad del genio
¿Quién no ha desordenado a propósito su mesa de trabajo para recibir visitas?

Falsas escaramuzas
El desorden nos reta a que luchemos contra él, y así, beneficiado por nuestra injerencia, redobla su impulso.

1 comentario:

0.2009 t.C. dijo...

He objetivado diversas funciones cada una de las cuales es explícita en aquello para lo se ha objetivado. Cuantificar y contabilizar la contingencia e impedirla. El aparato que reúne estas funciones, es, pues, críptico por lo referente a la función para la que ha sido diseñado (como aglomerado de las mismas): descubrir los factores contingentes y comprobarse, siempre de manera, pues, nueva. Un sistema nunca se repite. Por ello nunca falla.

Tengo, pues, un objeto sujeto por el coeficiente de contingencia asegurado que lo “define” como muestra de una pausa entre la corriente, a veces como pausa específica (raciocinio de semejante reloj).

Las agujas de ámbito se mantienen en el punto cero entre los extremos de los varios relojes cuando el punto cero es en el ámbito. Ello explica un ligero temblor en las agujas, y se habla, en suma, de observación, contemplación, visión y espera respirante (desarrollo de la hipótesis).

Cuando la hipótesis es sólo una comprobación, podemos juzgar que nos hemos comprometido con el objeto de estudio. Cuando el objeto de estudio es lo inmanente a muchos de los sistemas clásicos de la filosofía, opinamos, en un punto también neutro, que hemos sido atrapados en nuestro propio experimento. En el caso del arte, semejante clasicismo se llama Escuela.