martes, 21 de febrero de 2012

Una sinuosa guirnalda de plagios

Después de discutir y de necear otro tanto con Aurelio Asiain a propósito de las acusaciones de plagio a Alatriste (discusiones y necedades que pueden leerse aquí), saco en claro las siguientes consideraciones, que podrían presentarse pomposamente como "Una defensa del plagio", de no ser porque una defensa así, en los tiempos que corren, ya se antoja (pero al parecer no tanto) demasiado gagá:

El punto importante, desde mi punto de vista, es que el plagio, entendido como la utilización de materiales sin cita de por medio, o como esa licencia o liberalidad para expandir los límites del yo en lo que autoría se refiere, está en todos lados, quizá cada vez más que nunca, y que su cualidad fraudulenta depende más que nada de que alguien levante la ceja (o el índice) para decir que eso es ilegítimo. En el ejemplo del "Nocturno de la estatua" de Villaurrutia había un grupo de acusadores que decían que sus paráfrasis eran fraudulentas y las llamaban plagio; Paz dice que no le parece que lo sean y da sus razones. En un sentido podríamos decir que sí eran plagio, pero que estéticamente ese plagio no representa el menor problema; en otro sentido podríamos decir que no eran plagio, sino paráfrasis, con lo que llegamos prácticamente a lo mismo, sólo que evitando llamar a las cosas por su nombre (contraviendo el ejemplo de Alatorre cuando analiza los plagios de Quevedo).

Pero en otro lado citaba la cadena de plagios que estudia Calasso (que va de Stendhal a Baudelaire y comienza con Lanzi), y que en última instancia apunta a una idea de la literatura como “una sinuosa guirnalda de plagios” o más bien, a estas alturas, como una proliferante montaña. Así, más que preguntarse si hubo o no plagio, habría que preguntarse si rindió sus dividendos artísticos, si llevó a enriquecer la perspectiva o a “corregir” –en el sentido de Lautréamont– una idea prestada, si hubo la debida “asimilación fisiológica” para pasar, no tanto inadvertida, sino para integrarse a la respiración del autor, etcétera. El dedo flamígero que encuentra fraudes y estrategias ilegítimas me parece que está de más cuando la obra de marras se sostiene por sí misma, no importa cuánto engrudo haya necesitado. Lo que en la Academia puede ser una falta, en el ámbito del arte puede ser un principio compositivo, y como tal hay que juzgarlo.

Más que armar un alboroto por la coincidencia, palabra por palabra, de un texto en otro, más que hacer un llamado al linchamiento, como muchos hicieron, por “la innegable semejanza”, yo más bien preguntaría: ¿y ese copy paste valió la pena, se legitima estéticamente?

Al menos ese es el rasero con el que me acerco, por ejemplo, a los textos de Villaurrutia y Novo que han sido acusados de plagio, a los textos de Perec y Burroughs que lo utilizan como técnica de escritura, a las copias y citas veladas de un maestro de la impostura como Vila-Matas, etcétera. Quizá con ese rasero Alatriste no quedaría muy bien parado, pero entonces estaríamos hablando de literatura y no del Ministerio Público.


1 comentario:

Gavií dijo...

Creo yo que plagio solo puede llamarse el copiar una idea sin que ésta haya permeado en uno mismo y que la copies tal cual. cuando una persona y no hablo de un escritor formal lee tanto como usted y muchos otros, seguramente van adquiriendo palabras, dichos e ideas que seguramente plasmarán en sus propios escritos. Será que no tiene ningún valor el que cada uno diga en sus propias palabras lo que entiende y le haya dejado huella en el ánimo para seguir escribiendo? cada uno ve lo que quiere y puede ver y entonces escribe lo que puede y quiere escribir. en lo personal no me gustan los textos plagados de citas, pues me parece que hacen que se pierda el hilo de lo que se esta leyendo. gavií